Órganos de gobierno durante la monarquía romana (753a.C. - 509 a. C.)
En la primitiva ciudad romana el gobierno de la ciudad recaía en tres
instituciones, el Rey, el Senado y la Curia o Asamblea, cuyos
miembros procedían de la clase patricia, integrada por las familias antiguas,
que, al ser poseedoras de la mayoría de tierras, gozaban de los privilegios que
les conferían su riqueza y su linaje.
El Rey (Rex)
El Rey era elegido entre
los miembros del Senado con carácter vitalicio y propuesto por éste a la
asamblea de las curias, que podían aceptarlo o rechazarlo; en caso de resultar
aclamado, quedaban aún dos formalidades antes de ser investido con el poder
real y religioso. En primer lugar tenía que obtener la aprobación de los
dioses. Un augur, intérprete de la voluntad de los dioses, los convocaba mediante
los auspicios en una ceremonia en la que el rey era conducido a las afueras de
la ciudad hasta una piedra, reservada ex professo para estos ritos, en la
cual había de sentarse; el pueblo permanecía a sus pies esperando el
vaticinio del adivino, que transmitía la aprobación o el desacuerdo de los
dioses. Si era encontrado digno para el reinado, el augur anunciaba que los
dioses habían mostrado señales favorables, confirmando de esta forma el
carácter sagrado del rey.
El siguiente paso era la concesión del imperium al nuevo
rey. Aunque anteriormente la asamblea del pueblo lo había aprobado, de nuevo
debía confirmarlo mediante la aprobación de una ley llamada lex curiata de
imperio, que era propuesta por el propio rey para su votación. Tras realizarse ésta
y resultar positiva, pasaba a convertirse en el absoluto -prácticamente-
regidor de la ciudad en los asuntos religiosos, políticos, militares y
judiciales y a tener por ello total impunidad respecto a sus acciones.
Los primitivos romanos consideraban que era la decisión de los dioses la
que se había manifestado por boca del Pontífice Máximo al proponer al senado al
futuro rey, por tanto reconocían al candidato propuesto como al elegido
por los dioses para ser el futuro mediador ante ellos; esto hacía que el pueblo
le reconociera como la máxima autoridad en materia de religión y por ello le
reverenciara con temor religioso. El rey era el único que tenía derecho a
convocar a los dioses e interpretar sus augurios. Dice la leyenda que Rómulo
había fundado el colegio de los augures -adivinos- y había sido nombrado su
jefe, otorgándosele con ello el derecho a servir de intérprete de la voluntad
divina. A su sucesor, Numa Pompilio, se le atribuye la creación del colegio de
los pontífices, del que tambíén fue elegido jefe; el nombre de esta institución
nos habla de cuál debía ser la misión de éste,( pons-pontis,
fuente, y el verbo facio), el que hace puentes, en este caso entre
los dioses y los hombres.Estas dos instituciones, integradas ambas por
ciudadanos patricios, tenían como finalidad asesorarle en los asuntos
concernientes a la religión, sus ritos, fiestas, etc. Como máxima autoridad de
en todos los aspectos el rey controlaba el calendario romano, las ceremonias
religiosas y el poder designar otros cargos menores.
Entre estos cargos menores figuraban el de tribunus celerum que
ejercía de comandante de la guardia personal del rey, un cargo equiparable al
deImperio romano. Bajo sus órdenes estaban los celeres, un ejército
de trescientes jinetes que eran aportados por por cada una de las tribus
(barrios) en los que se dividió la primitiva ciudad de Roma (cien por cada
tribu). Este cargo era el segundo al mando tras el propio monarca, y poseía la
potestad de convocar la Asamblea de la Curia y dictar leyes sobre ella.
El tribunus celerum debía abandonar su mandato a la muerte del
monarca.
Los tribuni militum, los jefes militares, eran la tercera autoridad en
materia militar, por debajo del tribunus celerum y del propio monarca. En
los asuntos civiles era el prefectus urbanus el que actuaba como guardián de la
ciudad, especialmente cuando el rey se hallaba ausente de Roma, momento en el
asumía todo el poder hasta el punto de poder ostentar el imperium. En
materia judicial sus ayudantes son dos, los duoviri perduellionis, que actúan
en los delitos de alta traición.
Las insignias de los reyes de Roma consistían en doce lictores
portando las fasces que contenían un hacha de doble filo.
Los lictores eran los portadores simbólicos del imperium, es decir, de los
derechos y prerrogativas inherentes a una autoridad concreta, constituyendo uno
de los elementos más característicos del simbolismo constitucional romano. El
derecho a ser escoltado pasó de los reyes a los magistrados con imperium.
Las fasces (o haz de lictores) eran una unión de 30 varas (una por cada
curia de la antigua Roma) atadas de manera ritual con una cinta de cuero rojo
formando un cilindro; a su alrededor había un hacha común o un labrys.
Originalmente era el emblema de los reyes etruscos, adoptado igualmente por los
monarcas romanos y perviviendo durante la república y parte del imperio. Las
fasces eran transportadas al hombro por un número variable de lictores, que
acompañaban a los magistrados curules como símbolo de la autoridad de su
imperium y su capacidad para ejercer la justicia.
Los reyes, y más tarde los magistrados con imperium, tuvieron también
derecho a sentarse sobre la silla curul (de ahí el nombre de magistrados
curules), a vestir la túnica púrpura, e incluso portar una diadema plateada
sobre la cabeza.
Senado
Originariamente era un grupo de 100 ciudadanos, los más ancianos de
cada gens patricia (senex-senis, m, anciano),
elegidos por Rómulo para que le aconsejaran en los asuntos más
importantes del gobierno. Su número fue aumentando a lo largo de la monarquía y
llegó a los 300 miembros en época de Tarquinio Prisco. Se reunían por orden del
rey y en las reuniones solo se podían tratar los asuntos que el rey había
expuesto previamente; no tenían realmente ningún poder de decisión excepto en
el caso de plantearse una declaración de guerra, en la que la aprobación del
senado era un requisito imprescindible para emprenderla.
Uno de las funciones más importantes de este organismo era su participación
en la elección del nuevo rey. Una vez que el antiguo rey fallecía, Roma entraba
en un periodo de interregnum . Durante este tiempo
(normalmente, menos de un año), para poder mantener los auspicia sagrados
mientras el trono estuviera vacante, cada uno de los senadores actuaba
como interrex (rey en funciones) durante cinco días; una
vez que el interrex en curso -que actuaba también como jefe
del colegio de los augures y de los pontífices- designaba a un candidato para
ostentar la diadema real, lo presentaba ante el Senado para su aprobación
y, en caso de ser aceptado, debía congregar a la Asamblea curiada y
servir como su presidente durante la elección del rey.
Estaba en posesión de la “auctoritas patrum” (algo así
como “la autoridad de los patres (familiae)”, que le permitía
decidir sobre las decisiones de los comicios, es decir sobre lo votado
previamente en la asamblea del pueblo. Todos los acuerdos tomados en los
comicios debían ser ratificados por el Senado en virtud de su “auctoritas
patrum” y , por tanto, podían ser anulados.
Curia o Asamblea
El término curia designa no sólo el lugar de reunión de la
asamblea y el Senado, sino también la unidad de organización administrativa de
los ciudadanos romanos; en la legendaria ciudad de Roma los ciudadanos se
agrupaban en tres tribus (formado por la raíz tri- del número
tres) de las que sabemos su nombre: Ramnes, Tities y Luceres, que según Varrón,
se corresponderían con los latinos, los sabinos y los etruscos,
respectivamente. A su vez cada tribu se subdividía en diez curiae,
de forma que originariamente había un total de treinta curias.
En las reuniones de la asamblea -los comitia curiata- deberían
estar representados todos los ciudadanos romanos. El sistema de votaciones era
el siguiente: en primer lugar se celebraban las votaciones “viriatim”,
es decir cada ciudadano (varón=vir) votaba individualmente en su curia (barrio)
y después se celebraban las votaciones “curiatim”, es decir votaban las
curias, cada una con derecho a un voto. En realidad no era una votación sino
más bien una aclamación (de ahí la palabra suffragium, relacionada con
fragor=”estrépito, ruido”). En estas asamblea únicamente participaban los
ciudadanos patricios, de manera que los plebeyos carecían de representación en
la asamblea y quedaban excluídos de los asuntos de la ciudad.
El número de tribus y, por tanto de curias, fue aumentando a medida que la
ciudad creció y en tiempos de Servio Tulio, cuando se creó el primer censo de
los ciudadanos, había ya en Roma cuatro tribus urbanas y diez tribus rurales,
con sus correspondientes curias. Para la elaboración del nuevo censo se
disolvió la antigua agrupación por tribus y se volvió a dividir a los
ciudadanos en cinco clases económicas, según sus propiedades y su aportación al
ejército; después se dividió la ciudad en cuatro regiones de acuerdo a la
distribución de las tribus urbanas. Estas dos nuevas divisiones, según el nivel
económico y según el lugar de residencia, dieron lugar a dos tipos diferentes
de asambleas, los comitia centuriata, en los que dominaban las
clases patricias y las clases adineradas, y los comitia tributa,
en las que la representación era más democrática.
En el censo basado en la posición económica cada clase social estaba
dividida en un número de centurias, mayor cuanto más alta era la posición
social. Así por ejemplo la primera clase social, tenía asignadas ochenta
centurias (ochenta votos en la asamblea), la segunda tiene asignadas veinte
centurias (veinte votos), la llamada “supra classem” tenía asignadas dieciocho
(dieciocho votos) , la tercera clase otras veinte, etc… de manera que suman un
total de ciento noventa y tres centurias de las cuales noventa y ocho están
integradas por patricios, frente a las noventa y cinco de los plebeyos. Aunque
todo el pueblo romano participaba en los comicios por centurias, sin embargo,
la nueva agrupación de ciudadanos permitía que todas las centurias patricias se
pusieran de acuerdo para que el resultado de las votaciones les fuera
favorable.
El derecho de convocar y presidir las asambleas perteneció solamente al
rey, por tanto durante la monarquía la asamblea no fue un órgano con autonomía
ni poder de decisión. Sus funciones eran varias, entre ellas elegir rey y
conferirle el imperium mediante la lex curiata de imperio, también participaban
en las votaciones de las leyes y en las declaraciones de guerra y de paz, pero
su voto nunca era decisivo.
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